Nueva-Capital

La Nueva y Anhelada Capital 

Fecha: Oct 24, 2023

Categoría: Santa Tecla

Padre e hijo en la fundación de Santa Tecla 

El viejo coronel Juan José López Burgos era un veterano de guerra. Un hombre de 66 años que había cabalgado innumerables batallas a lo largo de su vida. Los que lo conocían eran sabedores que tenía credenciales de leyenda militar. Había luchado bajo las órdenes del general Manuel José Arce contra el imperio mexicano, que amenazaba con engullir a Centroamérica por completo. 

Pero quizás lo que marcó su carrera, y por lo que la gente más lo recordaba, era por ser el hombre que frenó el avance del líder indígena Anastasio Aquino, quien comandaba a un ejército de rebeldes y se había autocoronado como rey de los nonualcos en San Vicente. 

López Burgos –liderando un ejército de 5,000 hombres con varios destacamentos de caballería– logró derrotar a Aquino en una batalla cerca de Zacatecoluca, el poblado donde el coronel había nacido. Según el libro Cronología de Santa Tecla, las tropas de López Burgos capturaron una gran cantidad de rebeldes y recuperaron las joyas que habían robado tras el saqueo de
San Vicente. Anastasio Aquino huyó al monte, pero sería apresado tiempo después. El insurrecto líder indígena sería condenado a muerte y decapitado el miércoles 24 de julio de 1833. 

El coronel sería, para siempre, el hombre que evitó la avanzada de Aquino. Y tres años después de la batalla, López Burgos compró lo que quedaba de la original hacienda Santa Tecla al catalán Juan Palma. Su vida estaría atada a esa tierra hasta la muerte. Estuvo pendiente de la hacienda por años y cuando devino el terremoto de 1854, la propiedad del coronel era una de las dos que funcionaban en el valle de Uliman. 

En la urgencia tras el sismo, el viejo coronel donó las 100 manzanas de terreno al Gobierno para la fundación de una nueva y anhelada capital. 

No fue el único que se desprendió de sus propiedades. Lo donado por el coronel viroleño se acabó rápidamente ante el número de familias damnificadas que solicitaron un solar en el nuevo asentamiento. Así que Crisanto Callejas, el otro hacendado de Uliman, vendió alrededor de 530 manzanas al Gobierno a un precio risible de 2.66 pesos por manzana. Callejas se quedaría solo con 140 manzanas para su familia, con la cual constituyó la finca Sabana de Enmedio. 

Pero solo el nombre del coronel López estaría en el listado de los fundadores de Santa Tecla que firmaron el acta del 25
de diciembre de 1854, que aparece en los Papeles Históricos de Miguel Gallardo. El coronel López fue testigo de la fundación y del inicio de la construcción de la nueva urbe que cristalizaba el 

sueño de tener una ciudad de avanzada. Sus hijos Manuel, José Ciriaco y Dionisio se meterían de lleno en el diseño de Santa Tecla. Sobre todo, José Ciriaco, quien por comisión del Gobierno levantó el plano de la ciudad y dirigió la construcción de los edificios públicos más emblemáticos. El viejo coronel Juan José López Burgos, el veterano de guerra, murió en la recién ideada ciudad de Santa Tecla el día martes 28 de mayo de 1861. 

La delineación de Santa Tecla 

Por eso, José Ciriaco López fue el primero que visualizó la nueva ciudad en los terrenos que pertenecieron a su padre. El gobierno
le encomendó a él diseñar el plano del asentamiento y el ingeniero de 35 años de edad y rostro taciturno se ocupó de ello. El lunes 23 de octubre de 1854 comenzó el trabajo. La junta para delinear el nuevo poblado estaba conformada por cinco ciudadanos: Felipe Cáceres, Othón Fischer, Luis Molina, José María Zelaya y Ciriaco López. El trazo debía hacerse según las Leyes de las Indias, aún vigentes en aquel año. Según el libro Cronología de Santa Tecla, la ciudad debía poseer cuadras de 100 varas de largo. En el corazón céntrico del poblado se tenía que dejar espacio para una plaza mayor, con la iglesia al lado poniente, la alcaldía al sur y las oficinas gubernamentales al norte. El resto estaría rodeado de portales y comercios. 

La junta hizo un trabajo delineando las 32 calles principales que conformaban las 225 manzanas de la naciente ciudad. Ciriaco López y el resto de la comisión iban cuadra por cuadra colocando estacas de madera que marcaban las esquinas y desbrozando el territorio para intentar distinguir entre la maleza y la calle. Fue una labor en la que tardaron semanas. Mientras las autoridades de Gobierno seguían en Cojutepeque y otros ciudadanos volvían a San Salvador, los cinco miembros de la comisión visualizaban alzar una ciudad lo más perfecta posible. 

Santa Tecla nació distinta 

A diferencia de los que ordenan las Leyes de las Indias, la iglesia, la alcaldía y el edificio de gobernación quedaron fuera de la plaza central. Además, se crearon dos plazas centrales: la de armas y la del comercio, esta última rodeada de portales. 

Tampoco se respetó la decisión de dejar una franja de terreno de 200 varas que, circunvalando la ciudad, sirviera para esparcimiento. Santa Tecla nacía con un trazo original para ser la nueva capital de El Salvador. 

La repartición de tierras se hizo a través de la misma Junta de Delineación. Para el 7 de noviembre de 1854, el Gobierno emitió un acuerdo reglamentando sobre la distribución de solares. Se acordó que se brindarían sitios equivalentes a aquellos que ocupaban las casas en la destruida San Salvador, dando prioridad a los que hubiesen perdido su casa y a los pobres que no tuviesen medios para reconstruirla. 

Unos días después del anuncio de la repartición de solares en Santa Tecla, exactamente el miércoles 15 de noviembre, circuló la noticia impresa en San Salvador de que la próxima fiesta de Pascua –una de las más importantes del año– sería celebrada en el llano de Santa Tecla, marcando el inicio de la construcción de la ciudad. 

La primera pascua en la ciudad 

La tarde del 24 de diciembre de 1854 hubo corridas de toros. Una tras otra durante casi toda la tarde. No era para menos. El valle de la hacienda Santa Tecla hervía de gente como nunca antes. 

Alrededor de 4,000 personas que celebraban con cada escapada de los toreros ante la embestida de los animales a los que enfrentaban en el ruedo. Era una tarde de fiesta absoluta. El licor ya había comenzado a fluir y no se detendría por los próximos tres días. Y al caer la noche habría fuegos artificiales. Ese 24 de diciembre no solo se celebraba el natalicio de Jesús, sino que el nacimiento, como tal, de la ciudad de Santa Tecla, pensada como la nueva capital de
El Salvador. Así que todos estaban entregados al jolgorio. 

El obispo Tomás Pineda y Saldaña había solicitado el terreno para colocar una cruz que señalaba el sitio de la nueva catedral, pidiendo que el nombre de la ciudad fuera «Nueva Ciudad del Divino Salvador». 

La gente había llegado desde temprano ese domingo. Muchos habían llegado en grupo por primera vez para conocer el sitio elegido para la nueva ciudad. Un lugar del que solo habían oído hablar por terceros. Desde días antes se levantaron ramadas para que los asistentes a la pascua pasaran la fresca noche. Además, se marcó un cuadrilongo para los actos protocolarios y ahí se realizaría un gran baile programado en la noche del lunes. 

¿Qué mejor que fundar una ciudad bailando? Los actos oficiales habían terminado en la mañana. El presidente José María San Martín llegó acompañado de su Gabinete de Gobierno y muchos invitados. Ese 24 de diciembre –según la Cronología de Santa Tecla– se colocó una cruz en el lugar donde se edificaría la iglesia parroquial y se bendijo la llanura. Hubo una misa solemne. La fiesta vendría después y estaba bien merecida. El año 1854, que estaba por terminar, fue complicado. Después del terremoto del 16 de abril, la mudanza de la capital a Cojutepeque y la búsqueda de un nuevo lugar para la ciudad, devino en una fuerte temporada lluviosa que evitó que se comenzara cualquier construcción en los terrenos de la hacienda Santa Tecla. 

El desafío era construir una ciudad que fuera digna e impecable para embarcarse en el galopante crecimiento económico que transformaba el mundo en esas décadas. Esa noche, todos parecían estar borrachos de ese romanticismo tan elemental para emprender una tarea desde cero. La tarde del 26 de diciembre hubo más fuegos artificiales y una compañía de aficionados actuó en una comedia con lo que concluyeron las primeras fiestas en Santa Tecla. Tiempo después de aquella memorable fiesta de tres días y sus noches se consignó que, pese al excesivo consumo de licores por parte de los presentes, no hubo percances que lamentar. 

Otras Blogs

No se encontraron resultados

La página solicitada no pudo encontrarse. Trate de perfeccionar su búsqueda o utilice la navegación para localizar la entrada.